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LA REINA VICTORIA

22 de Mayo de 2018 a las 11:54

ANABELLE CHACON CASTRO

Canadá celebra el Dia de la Reina el primer lunes que precede al 24 de mayo, si el 24 no es lunes.  Es un motivo de recogimiento y descanso para las familias canadienses. Este día se caracteriza por la celebración con grandes juegos pirotécnicos en todo lugar, aunque en la parte francófona del país lo conmemoran como un recuerdo de la Revolución Tranquila (cuando se separó la Iglesia del Estado), ya que no quieren homenajear a una reina británica.  En medio de las celebraciones, se pierde el valor histórico de las mismas, pero siempre es bueno recordarlas.

La fecha fue escogida por ser el nacimiento de la Reina Victoria (24 de mayo de 1819), espontáneamente por los residentes de Canadá que desde que asumió su reinado (1837) fue celebrada ampliamente en suelo canadiense, incluso mucho antes de que se formalizara la Confederación (1840), es decir cuando Canadá no existía como tal y en Inglaterra se le conocía como la Norteamérica Británica.

El largo reinado de Victoria (63 años, sólo superado por la actual reina) hizo que la celebración se vuelva una tradición entre la gente que espera este día para reconocerse a sí mismos como súbditos del Imperio Británico.  La grandeza de Victoria se reflejó en sus dominios y su influencia fue tal que la época histórica es conocida como era victoriana.  Pero su figura va mas allá de la fortaleza mostrada durante su reinado, la cual es innegable, sino que también va a la parte de persona y mujer.

Su principal legado es la fortaleza moral que dio a la monarquía, que venía muy desprestigiada por los escándalos de corrupción moral, financiera y sexual de sus miembros.  Hasta su mismo padre, el Príncipe Eduardo Duque de Kent, estaba en bancarrota cuando ella ascendió al trono y pagó sus deudas con su propia asignación como reina, 385 mil libras esterlinas, sin tocar un centavo del erario gubernamental.  Esto hizo que se gane la simpatía del pueblo que estaba acostumbrado a los abusos de sus monarcas.

Victoria escribía en un diario que nos permite conocer y valorar su espíritu más íntimo.  Como lo que escribió cuando conoció a su futuro consorte luego de tener una gran lista de pretendientes. Desde que lo vio, se enamoró, le gusto su sonrisa y su cabello, siempre pensó que era atractivo y disfrutaba de su compañía mientras que los otros le aburrían.  Aunque la época era conservadora, como reina, era ella la llamada a proponer matrimonio y así lo hizo con Alberto.  Se casaron en muy rápidamente y, pese a sus temores naturales sobre su noche de bodas, Victoria la describe como una noche de pasión y ternura donde Alberto la hizo sentirse amada.

Tuvo nueve hijos, a pesar de que odiaba estar embarazada y dar el pecho.  Sus hijos e hijas se casaron con la nobleza europea y fueron muy prolíferos en su descendencia por lo que, de una forma u otra, casi todo noble de Europa estaba relacionado consanguíneamente con Victoria por lo que obtuvo el título popular de la Abuela de Europa.  Esto ha hecho que tanto la actual reina Isabel II y su príncipe consorte Felipe I tengan los mismos ancestros y estén emparentados.

Su relación con su madre, Maria Luisa Victoria Duquesa de Sajonia (una región de Alemania), fue muy tirante por la estrictez con que educó a Victoria.  Tanto así, que cuando asumió su reinado la aisló en un rincón del palacio y la visitaba muy poco.  Desgraciadamente, descubrió la injusticia que había cometido con su madre solamente cuando esta estuvo muerta y encontró su serie de cartas que le había escrito y nunca se las entregó.

Las anécdotas de su vida son muchas, pero ese valor como persona, con sus errores y aciertos, hizo que cuente con el cariño de su pueblo.  Victoria, consciente su responsabilidad histórica, estuvo a la altura de ella.  Fue quien promovió la institucionalidad de una monarquía constitucional donde el monarca es consultado solamente en casos necesarios y que pasa a ser una figura de tradición mas que de acción.  Proveyó del poder necesario al parlamento para que sea quien gobierne.  Unificó a la Comunidad Británica, siendo su gran hazaña apaciguar la rebelión en la India, dando los mismos derechos a los indios que a los británicos.

La figura histórica de la Reina Victoria es innegable y gracias a su reinado la Comunidad Británica goza del prestigio que tiene y de un sistema político que garantiza el bienestar de sus súbditos.  Aunque siempre me ha molestado ese juramento a la Reina que hay que hacerlo al momento de obtener la ciudadanía canadiense, el precio al renunciamiento ideológico es poco frente al los beneficios que ofrece Canadá.  Personalmente creo que la monarquía es una figura totalmente anacrónica que no aporta nada a los pueblos.  Los gastos de su mantenimiento son onerosos y bien podrían ser usados para otros fines.  El costo de la boda de un mijín, cuyo único mérito es ser nieto de la reina, no justifica que el mundo esté pendiente de un glamour fatuo que nos vende una ilusión de la lacaya que logra su sueño dorado de casarse con un príncipe azul. 

 

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