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Lo que hay detras de la moda

24 de Octubre de 2013 a las 12:52

 

El costo de las prendas de vestir En esta semana que se realiza la Semana de la Moda en Toronto (Toronto Fashion Week) como parte de la Semana Mundial de la Moda, auspiciada por Mastercard.  Bajo esta coyuntura, vale reflexionar sobre la manufactura de las prendas de vestir. En las dos últimas semanas los periódicos locales han publicado grandes reportajes sobre las fábricas que confeccionan ropa.  Usualmente, las prendas de vestir son diseñadas en occidente pero hechas en oriente.  La ropa, como la mayoría de productos, son confeccionados en los más remotos países.  Es fácil encontrar que las etiquetas digan “Hecho en Thailandia” o Blangadesh o Indonesia.  La razón principal para que esto ocurra es que la mano de obra es barata, las leyes laborales que  favorecen a las empresas y los impuestos bajos que se pagan. Ante esta realidad lo que ocurre es la explotación de la gente que tiene que esclavizarse en el trabajo; en este caso, tras una máquina de coser por horas y horas, para lograr un salario mínimo.  La forma de pago, por supuesto, es por pieza hecha ya que de esta forma se garantiza la productividad y se evita una relación salarial que traiga consigo beneficios para el empleado.  Debido a la escasa o nula protección del Estado, las personas están sujetas a condiciones de trabajo paupérrimas que no garantizan ni las mínimas reglas de seguridad industrial y pero aún de salud.  Existe una total ausencia de organizaciones laborales, sindicatos o grupos de trabajadores que reclamen los derechos de los mismos.

 

Con este panorama la explotación de los empresarios a los trabajadores se extiende a sus hijos puesto que, al ser los salarios insuficientes, se ven obligados a trabajar en función de familia con el consabido efecto que los hijos comiencen a aprender el oficio de sus padres a tempranas edades para, de esta forma, contribuir a la economía del hogar. Aunque los empresarios proclaman que las ganancias son mínimas, la realidad parece contradecir estas afirmaciones. Si tomamos como ejemplo Bangladesh, un país que tiene la quinta parte de la superficie de Ontario, donde viven 170 millones de personas, mientras que en Ontario hay 13 millones; los bangladesís tienen un producto interno de $600 mientras que los ontarianos de $39 mill; en Blangadesh el analfabetismo es del 50% y en Ontario cero. Bangladesh se independizó de Pakistán en 1971 y ha tenido gobiernos realmente sangrientos que no le han permitido surgir ni económicamente ni socialmente. Bajo estas realidades, por supuesto que este país en un caldo de cultivo para la explotación.

 

Por ejemplo, una fábrica de suéteres en Bangladesh –Lakhsma Sweaters Co- vende 12 mil piezas por día a los consumidores de todo el mundo y, según el Toronto Star del 19 de octubre, su dueño declara que solamente recibe una ganancia de 27 cent de dólar por pieza.  El desglose por suéter es el siguiente: $2.50 material, $1.50 mano de obra, $1.23 accesorios y costos de operación (por ejemplo: percha, electricidad, empacado), esto da un total de $5.23, precio de venta $5.50 lo que significa que la ganancia es de 27 cent.  Esta pieza puesta a la venta en Canadá tiene un costo de $40.  Si el transporte, intermediarios y distribución duplican el precio de venta, es decir $11, quedaría una ganancia de $29 para quien vende el suéter producido. Pero la realidad no es que solamente el vendedor final gana, sino que la ganancia viene tejiéndose desde atrás, porque si no fuese así el negocio no hubiese crecido tanto.   La empresa del reportaje del Toronto Star, Lakhsma Sweaters Co. Reportó en el 2001 $7.5 millones en ventas y para el 2012 $43 millones; lo que significa que en 10 años se sextuplicó sus ventas, y por lo tanto, sus ganancias.  Los números que declara el dueño de esta fábrica, Subir Dey, bangladesí – canadiense se contradicen con los de sus ventas, porque 12 mil piezas diarias a 27 cent, trabajando los 365 días del año dan $1.1 millones, pero si se toma como referencia los $43 millones que declaró como ventas, a $5.50 por cada pieza, significa que vendió 7.8 millones de suéteres que a 27 cent de ganancia da $2.1 millones; es decir, un pequeño desfase de un millón de dólares en ganancias; por supuesto, a favor del dueño y no de los empleados que reciben $1.50 por suéter hecho.

 

Ahora bien, esto tampoco significa que un empleado recibe $1.50 por cada suéter, sino que hay que tomar en cuenta que la pieza para su producción final tiene que pasar por 15 pasos para su confección; es decir, que pasa por 15 obreros donde cada uno de ellos hace una función específica en la confección del producto.  En otras palabras, el $1.50 de la mano de obra tiene que ser dividido para 15, dando un total de 10 cent para cada obrero.  Para apreciarlo mejor, vale decir que un obrero para recibir un dólar tiene que haber hecho, en la parte que le corresponde, diez suéteres. El domingo 20 de octubre, en la Plaza Rana de la Dhaka, capital de Bangladesh, un grupo de trabajadores de fábricas de confección se agruparon masivamente para protestar ante la inauguración de la Semana de la Moda en la capital bangladesí.  Estas manifestaciones se han extendido hacia otros países, como Indonesia y Thailandia, donde abundan este tipo de fábricas de confección.  Han comenzado a organizarse sindicatos para exigir sus derechos laborales, pero la contra amenaza de los empleadores es el retiro de las fábricas y simplemente moverlas a sitios más convenientes para sus intereses, dejando a la mayoría de la población sin empleo. Además que se ha iniciado un persecución sistemática a los dirigentes en clara violación a los derechos humanos.

 

Este es un pequeño ejemplo de lo ocurre con la industria manufacturera, sea esta de la moda o de cualquier otro tipo de producto.  Los trabajadores no pueden protestar porque sus patronos los intimidan con el cierre de las fábricas y esto sería devastador para estas familias que dependen totalmente de sus ingresos.  La falta de protección por parte de los Gobiernos hace posible que estas situaciones sean completamente injustas para el trabajador. Mientras aquí en Toronto, y en las ciudades primermundistas,  estaremos viviendo el glamour de la moda, al otro lado del mundo estarán luchando por la supervivencia y los dos destinos están ligados a la misma prenda de vestir, producida allá y lucida aquí.

 

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