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Monseñor Óscar Arnulfo Romero, ahora es el Santo de América

16 de Octubre de 2018 a las 09:38

Monseñor Óscar Arnulfo Romero, ahora es el Santo de América

El papa Francisco lo canonizó y resaltó su cercanía con los más pobres.

La canonización del Santo de América se vivió con mucho fervor religioso en El Salvador, en Honduras, Guatemala y Nicaragua, pero especialmente entre los más pobres salvadoreños que ya lo sentían como su Santo, escuchando en viejos casetes las homilías más célebres de monseñor Óscar Arnulfo Romero, como las escucharon sus padres y muchos de los testigos de la lucha que dio el sacerdote por defender los derechos de los más necesitados.

EL SALVADOR.- Millones de personas lo siguieron por TV, y cerca de 70.000 feligreses, miles de ellos salvadoreños y latinoamericanos, sintieron en vivo y en directo en el Vaticano el momento en el que el Papa Francisco, en una histórica ceremonia canonizó al monseñor Óscar Arnulfo Romero, como Santo.

Para el sacerdote Rogelio Ponseele “no es solo una canonización, es la reivindicación de una Iglesia y de un hombre que fue odiado, ignorado y despreciado y que ahora es santo”, dice el religioso belga, de 75 años, vinculado a la guerrilla durante la Guerra Civil.

Monseñor Romero es un santo, gracias al milagro por el cual Cecilia Flores sobrevivió. Ella tenía una enfermedad que la tuvo a un paso de muerte. La Iglesia católica lo aceptó como un milagro atribuido a monseñor Óscar Arnulfo Romero, el arzobispo asesinado el 24 de marzo de 1980.

Junto a Romero fueron canonizados: el papa Pablo VI, Francisco Spinelli, Vicente Romano, María Catalina Kasper, Nazaria Ignacia de Santa Teresa de Jesús March Mesa y Nuncio Sulprizio.

El pontífice resaltó que monseñor Romero "conmovido por los sufrimientos de los más débiles denuncia el pecado social convirtiéndose en voz de los sin voz", mientras banderas de El Salvador y pancartas del mártir se vieron por toda la Plaza de San Pedro.

Ni siquiera le dio tiempo al Papa Francisco a terminar de pronunciar los nombres de los siete canonizados cuando la plaza de la catedral de San Salvador estalló de alegría al escuchar su nombre completo: Óscar Arnulfo Romero. Miles de personas han pasado la noche de este sábado a la intemperie mirando las pantallas conectadas con Roma para dar la bienvenida con cohetes, abrazos, lágrimas y música al primer santo salvadoreño. El primer Santo al que pudieron ver y tocar. El primer Santo como ellos.

La imagen de su rostro, que hace tiempo que aparece en camisetas, muros y paredes de barrios populares o es invocada por los migrantes que van a Estados Unidos, se vio en El Vaticano. Al orgullo de los salvadoreños se une la sensación de justicia entre miles de pobres y campesinos que crecieron escuchándolo en el transistor en los convulsos años previos al estallido de la guerra civil (1980-1992). Ellos ya lo habían convertido en San Romero de América, pero disfrutaron con la confirmación de la Iglesia de Roma.

En uno de los países más violento del mundo, su asesinato, como el 98% de los crímenes que se cometen en el país, sigue sin aclararse y el expediente duerme cubierto de polvo en un juzgado de la capital.

“No es un santo de estampita. No es la clásica figura de oración para beatas”, señala el periodista Roberto Valencia, autor del libro Hablan de Monseñor Romero. “Él fue un religioso incómodo, pero habrá sectores que intentarán edulcorar su figura. Antes, entre simpatizantes de la derecha, era fácil escuchar que Romero era el obispo guerrillero o que se merecía su muerte, pero ahora hay más pudor,” explica.

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