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El Efecto Trump

08 de Noviembre de 2016 a las 07:06

Ángel E. Álvarez, PhD

Twitter: @polscilab

Columnista Angel Alverez ¿De dónde, cómo y por qué un personaje como Donald Trump surge en una republica consolidada, como la de los Estados Unidos de América? Esta clase de políticos abundan en países de escaso desarrollo, donde la política es un mal chiste repetido hasta la nausea a las expensas de los ciudadanos. Estados Unidos, hasta hace poco, lucia inmune a la demagogia que hace uso de las instituciones para destruirlas e imponer su mandato personalista bajo el amparo de una mayoría apasionada y opresiva.

Seamos claros, en los Estados Unidos la intolerancia y la estulticia en política han abundado históricamente. Nunca, antes sin embargo, habían llegado tan lejos. Personas como el Senador Joseph McCarthy, el aterrorizante acusador de presuntos agentes soviéticos, los Dixiecrats en los Estados del Sur y la peculiar Sarah Palin, por mencionar solo una lista cortísima, son muestras del ciego fanatismo que las instituciones democráticas liberales no eliminan, pero finalmente mantienen a raya.

James Madison halló la fórmula para prevenir que el fanatismo de la mayoría gobierne en detrimento de los derechos individuales. En el Federalista numero 51 escribió: “Es de gran importancia en una república no sólo proteger a la sociedad contra la opresión de sus gobernantes, sino proteger una parte de la sociedad contra la injusticia de la otra parte. Si una mayoría se une por un interés común, los derechos de la minoría serán inseguros.” La formula madisioniana consiste en dividir el poder de la mayoría para impedir que esta se apodere de todas las instituciones y las use para oprimir a las minorías y violentar los derechos individuales. Por ello, el Presidente es electo por colegios electorales, los senadores y representantes son escogidos por electorados (constituencies) distintos, el poder público es divido en tres ramas como recomendó Montesquieu y está dividido territorialmente como el propio Madison y demás del federalismo lo instituyeron.

La historia de la decadencia del imperio romano muestra el patrón seguido durante dos milenios por las republicas, cuando son abatidas por la demagogia. El demagogo cesarista se erige siempre como único salvador posible de la republica en crisis, amenazada por fuerzas externas y por las divisiones internas. La republica, se dice, es gobernada por una decadente clase dirigente en medio de la pobreza generalizada del pueblo. El miedo es siempre el arma más poderosa del tirano, quien lo esgrime para manipular y terminar oprimiendo a quienes dice amar, representar y salvar.

Las elecciones del martes próximo pondrán en juego las capacidades institucionales de la democracia estadounidense para prevenir el triunfo de la demagogia, la intolerancia y el

despotismo. El reto actual de los Estados Unidos no es principalmente impedir que un demagogo gane la Presidencia. Esto puede ocurrir de acuerdo a tendencias en las encuestas pre-electorales. La prueba de fuego será que, aun si el gana, el ganador no pueda ejercer el gran poder de su cargo para gobernar al margen de la ley y en contra de los derechos de quienes no sean parte de su apasionada coalición

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