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JUSTIN TRUDEAU La historia del príncipe desencantado

11 de Abril de 2019 a las 22:08

JUSTIN TRUDEAU La historia del príncipe desencantado

ANABELLE CHACON CASTRO

Justin Trudeau ha perdido su encanto.  Aunque siempre ha estado en la mira de la media, se mantuvo discreto respecto a la actividad política, pero se lanzó a la vida pública, mostrando sus pretensiones, durante el funeral de su padre en el 2000, cuando solo tenía 28 años y cruzó el país en el tren que transportaba el féretro de su padre y aprovechó para saludar a todos que se agruparon alrededor de las vías a dar el último adiós a Trudeau padre.  Desde ese entonces, ya se veía que Trudeau hijo tenía ambiciones políticas.

En el 2006, asumió la dirección del Partido Liberal e inició su ascenso al panorama político canadiense.  Los liberales vieron en Justin el mejor candidato para recobrar el protagonismo luego de casi una década del dominio del Partido Conservador y de su Primer Ministro Stephen Harper.

Justin se convirtió en un encantador de masas; su carisma, sus medias y juventud cautivaron la atención del país, mientras la prensa lo perseguía con avidez.  Sus declaraciones públicas sobre temas controversiales como la liberación del consumo de la marihuana, el matrimonio igualitario, el aborto o el mantener el federalismo y no apoyar la secesión de Canadá con la independización de la provincia de Quebec como país, causaron sensación y logró sumir al país en la nueva era Trudeau.

Justin se convirtió en el símbolo canadiense, no solamente por sus orígenes, sino por representar el ascenso de una nueva generación acorde con el cambio de tiempos.  Educado para ser maestro, su discurso siempre fue elocuente, aunque nunca convenció a los viejos políticos.  Su apariencia y sencillez, así como la de su familia, cumplían los requisitos para ser el gobernante de Canadá.

Desde noviembre del 2015 que fue electo Primer Ministro para la fascinación de los canadienses. Pero la luna de miel ha durado poco, pues Justin ha sufrido un desgaste político.  Hace un poco más de un año, Justin y su familia fueron a la India y no fue bien visto por su vestimenta y la de su familia, con trajes tradicionales de propios del lugar; para unos fue una falta de respeto, para otros una burla.  Este hecho ya marcó una caída de las preferencias de los votantes y, en marzo del 2018, el Washington Post publicó que la preferencia de los canadienses era del 37.7% para los conservadores y del 33.3% para los liberales.

Pero, más allá de los detalles, lo ocurrido con su interferencia con la justicia, es lo que realmente preocupa a Canadá.  SNC-Lavalin es una companía montrealesca que tiene más de 50 mil empleados en 160 países en el mundo.  Se dedica a la construcción y a proveer servicios técnicos a mineras y petroleras.  Desde el 2015, es investigada por la justicia canadiense que le imputa cargos de sobornos por 48 millones de dólares entregados a miembros del gobierno de Muammar Gaddafi y la defraudación de 180 millones.  De ser encontrada culpable, a parte de las multas, no podrá contratar con el gobierno canadiense por un periodo de 10 años.  El proceso se ha ido dilatando y se ha visto a los asesores de SNC-Lavalin haciendo lobby en las oficinas del gobierno, desde que asumió Trudeau.  Incluso, el Partido Liberal ha propuesto una reforma a ley, para que favorezca el caso de la mencionada compañía.

La Fiscal General de la Nación, Jody Wilson-Raybould, fue removida de su cargo en enero del presente año y designada ministra de los veteranos de guerra.  El 7 de febrero, el Globe and Mail, publica que la Fiscal ha recibido presión constante de los asesores de Trudeau sobre el caso SNC-Lavalin.  El 12 de febrero Wilson renuncia a su puesto de ministra y luego da a conocer un audio de una conversación con Michael Wernick, secretario cercano a la oficina de Trudeau, donde le dice que el Primer Ministro quiere un arreglo en el caso SNC-Lavalin “como sea”.

La dimisión de Wilson propició a que Jane Philpott, ministra del Tesoro, también renuncie en solidaridad con su compañera y las dos expresaron su preocupación por la interferencia de la oficina del Primer Ministro con la justicia y haber perdido la confianza del gobierno liberal, sin embargo, las dos –por separado- manifestaron su deseo de seguir perteneciendo al partido.

Al 2 de abril, Trudeau anuncia la expulsión de Wilson y Philpott del partido.  Las reacciones no se han hecho esperar, en especial de las comunidades indígenas canadienses, puesto que la ex fiscal lo es, y es considerada como la mujer más poderosa que les representa, y esta situación es considerada como un trato irrespetuoso a toda su gente, según lo dice la Gran Jefe de Manitoba Sheila North. Por otro lado, la Unión de los Grandes Jefes de British Columbia demandan una disculpa de parte de Trudeau.

De acuerdo con Public Square Research, Wilson tiene el 73% de credibilidad mientras que, según The Star, el 57% de los canadienses piensan que la situación para Trudeau ha empeorado.   Pocas veces se puede tener un escándalo que afecte al Primer Ministro de Canada, pero ahora que se ha dado, Trudeau tiene que responder ante las acusaciones y pensar que para gobernar un país se necesita algo más que una cara bonita y/o haber nacido en cuna de oro.  El príncipe… se ha desencantado.

 

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