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A–5=43 Una ecuación fatídica para México

05 de Noviembre de 2014 a las 13:57

Anabelle-Chacón

Por: Anabelle Chacón Castro

México es un país maravilloso.  Si tuviese que escoger un país donde vivir, que no sea el mío o Canadá, sería México.  Lo llevo en mi corazón.  Tengo gratos recuerdos de mi juventud, de la época de la Prepa, cuando viví allí.  Dejé grandes amigos, que los he recuperado con el tiempo.  Aprendí todo de su cultura, su gente.  Conozco su geografía más que el Presidente, puedo decir a ciencia cierta, que en su declaración oficial se refiere al “Estado de Iguala”, cuando debería ser el de Guerrero, donde Iguala es un municipio. 
 
 
En este pequeño pueblito, el 26 de septiembre, pasó algo terrible, desaparecieron 43 estudiantes del Normal Rural de Ayotzinapa; y, lo peor es que en manos de la policía. Sí, la policía, el organismo oficial que –en cualquier parte de mundo- se supone que debe proteger a la población civil. Este solamente es un hecho más que demuestra lo que México está viviendo. La indignación de la gente se está desbordando ante la ineptitud de las autoridades, incapaces de dar respuesta al clamor de la gente que dice al unísono: “Vivos los llevaron, vivos los queremos”, pero mientras más pasa el tiempo menos es la posibilidad de que esto así sea.
 
 
México es uno de los pocos países que mantiene el sistema de Normales para formar profesores; la mayoría los abolió para que se integren a las universidades y los maestros sean capacitados con un tercer nivel de educación. Sin embargo, la demanda de maestros en los sectores rurales, donde todavía se hablan las lenguas nativas que en México son más de veinte, ha hecho que el sistema Normal sea una respuesta a esta necesidad. Por ello, los jóvenes que asisten a ellos son casi unos niños y se separan de sus hogares para ir a un sistema de internado que les permita alcanzar el título de maestro y regresar a sus comunidades a servir. Hay el detalle especial,  estos estudiantes son, en su mayoría,  de origen indígena que, como en todas partes, son discriminados por raza e idioma. Pero estos limitantes no les han inhibido de ser actores sociales, conscientes de las necesidades de su gente y del abuso de las autoridades que ya no se distinguen, muchas veces, de la delincuencia. 
 
 
Es por ello que han sido agredidos, desde antes, desde siempre; porque en México los estudiantes tienen tradición de lucha, como los que murieron en 1968, en la masacre de Tlatelolco, ahora mal llamada la Plaza de las Tres Culturas, cuando protestaban bajo lo consigna “No queremos Olimpiadas, queremos Revolución”.   Ahora, muchos críticos al gobierno, dicen que lo que pasó en Iguala ha sido peor que lo de Tlatelolco, porque todas las declaraciones de testigos y de estudiantes que lograron huir, apuntan directamente a la Policía Iguala y a la de Cocutla como responsables de la desaparición y, aún van más allá, los acusan de entregarlos a los Guerreros Unidos, un grupo de narcotraficantes.
 
 
¿Pero, cuál fue el crimen de estos muchachos para merecer esto? Pues bien, en junio del año pasado los jóvenes organizaron una protesta en contra del Alcalde de Iguala, José Luis Abarca, y su esposa, María Pineda Villa, hermana de Salomón Pineda Villa, cabecilla de los Guerreros Unidos. El motivo de la protesta no hace falta mencionarlo porque resulta evidente. Así que este año, los jóvenes pensaban repetir la hazaña y protestar en un homenaje a la Primera Dama del pueblo, que quería demostrar lo indemostrable: sus virtudes caritativas.
 
 
La policía, y todo el cuerpo uniformado, utiliza un lenguaje de códigos para dar y acatar órdenes y designa a los personajes importantes con nombres cables. Fue así que recibieron la orden de “deténganlos” de parte de A-5, que es el asignado al Alcalde y/o su esposa, aunque testigos dicen que la orden salida de boca de la esposa de burgomaestre fue “den les una lección”. Todo esto es una verdad sabida a voces y, sin embargo, solamente hay policías detenidos, pero los mentores ya huyeron; es así, que ya nadie sabe dónde están el Alcalde, su esposa, el Gobernador, el Jefe de Policía, ante la negligencia de las autoridades federales.
 
 
En la búsqueda de estos jóvenes, se han encontrado fosas comunes clandestinas, con cuerpos desmembrados, calcinados, de gente de toda edad. La Agencia Forense Argentina, adscrita a las Madres de la Plaza de Mayo, está ayudando a identificar cuerpos, porque los mexicanos no confían en sus propias instituciones. ¿Cómo confiar en un estado que le ha fallado a su propia gente y que es incapaz de protegerlos de la delincuencia, porque ellos mismo tienen vínculos con ella? México no merece esta suerte y ojalá la ecuación A-5=43, sea resuelta con justicia por la memoria de esos jóvenes idealistas que se entregaron a la lucha por un país mejor. Como decía Lucio Cabañas, egresado revolucionario zapatista, de la misma escuela normal de estos muchachos: “Desgraciados los pueblos donde la juventud no haga temblar al mundo y los estudiantes se mantengan sumisos al tirano”.

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