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FUE SIN QUERER QUERIENDO Las enseñanzas de Chespirito

04 de Diciembre de 2014 a las 10:50

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Por: Anabelle Chacón Castro

 
Hoy tuve que escribir sobre dos temas, porque no quería quedar en deuda con los lectores de La Portada.  La muerte de Roberto Gómez Bolaños ha desatado una serie de controversias sobre si merece o no el reconocimiento social de su obra.  Muchos, entre los que me cuento, disfrutaron –disfrutan y seguirán disfrutando- de sus personajes, el más destacado “El Chavo del Ocho”.  Todavía recuerdo que en mis años universitarios, hacíamos siempre un alto, a los estudios de Cálculo, a la hora del programa para reírnos de sus travesuras.  Ya como madre, me acuerdo con gran cariño que mis hijos, a las 6 pm en punto, decían: “Mami, ya es hora del Chavito”; y volvíamos a reír una y otra vez de las mismas escenas y diálogos repetitivos.
 
 
Por otro lado, sus contraventores argumentan que El Chavo contribuye a la violencia infantil y que ayuda a mantener un sistema social donde predominan las clases sociales reflejadas en el estatus de Doña Florinda y Quico como los aristócratas de la vecindad, Don Barriga el capitalista, el Profesor Jirafales el tecnócrata; contrapuestos a Don Ramón, que refleja el pueblo y se proyecta como vago y sin aspiraciones; la Chilindrina, la viveza criolla; y, el mismo Chavo como el pobre y desamparado. No falta un audaz que se atreve a decir que cuántas vidas salvó Chespirito o si su aporte contribuyó a una mejor sociedad.
 
 
Para quienes sostienen estos argumentos, creo que se equivocan, porque están comparando palos con piedras. Sería como esperar que Einstein nos haga reír con sus teorías. Esto es arte popular, pero arte al fin. El arte no puede estar alejado de una realidad social. Si esto fuese así, entonces Picasso nunca debió haber pintado La Guernica, ni Boris Pasternak haber escrito El Doctor Zhivago, ni Carl Orff compuesto Carmina Burana. Ninguno de ellos salvó ni una sola vida, ni contribuyó en el avance de la humanidad, pero sí hicieron que sea más bella. Y esa es la finalidad del arte: deleitar el espíritu, elevarlo y distraerlo.
 

Puede ser que para muchos intelectuales Chespirito no haya sido un genio, pero supo llegar a las masas y darles una dosis de entretenimiento diario, una felicidad momentánea que les alivie sus penas porque se veían reflejados en sus representaciones. Si esto se piensa de él, entonces tampoco Chaplin hizo nada, ni siquiera el mismo Cantilflas. No hace un homenaje al hombre porque, como todos nosotros, estaba lleno de defectos; sino que se hace un homenaje a sus personajes. Gracias, Chespirito, por esos treinta minutos de risas y alegrías; aunque muchos digan que fue sin querer, queriendo.

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