CARTAS DEL LECTOR

“Mi desamor con la izquierda”, por Juan David Gómez

17 de Agosto de 2017 a las 08:33

“Mi desamor con la izquierda”, por Juan David Gómez
Columna de opinión

Visión de lo que pasa en Venezuela, de un colombo-venezolano en Toronto, Canadá

CARTA DEL LECTOR,- Muchos militantes de izquierda vimos en el proyecto revolucionario de Hugo Chávez una esperanza de cambio en el ideario político de toda Latinoamérica. Amado u odiado nadie puede negar el gran papel de este pintoresco personaje en la historia de nuestro continente, desde la Patagonia hasta Centroamérica su retórica e ideas tuvieron eco. Por supuesto que el dinero del petróleo también fue un factor determinante en ayudar a movimientos de izquierda en todos esos países.

Si “en el continente alguna vez dormido” como lo llamó Chávez se vieron las consecuencias de la revolución, en Venezuela la profundización de los programas sociales, de los servicios estatales y el cambio del modelo económico son innegables. Sin embargo, como llegó a aceptarlo públicamente el mismo Chávez antes de su muerte la revolución cometió errores.

El principal error de la revolución fue no promover industria, agricultura y manufactura privada con las regalías del petróleo. Es más, en vez de promover la empresa e inversión privada, la revolución se encargó de perseguir la poca que existía en Venezuela.

En el ideario de izquierda la soberanía de un país es uno de los elementos sagrados. Se culpa al imperialismo estadounidense de la inequidad y miseria en nuestros países al proteger gobiernos de derecha mediante el intervencionismo militar. Venezuela hizo un cambalache de imperialismo gringo por el chino al adquirir deudas que ya no se cuentan en cifras sino en años de reservas petroleras adeudadas al país asiático. Esta es una nueva forma de intervencionismo en el que el Gobierno bolivariano ha condenado a la pobreza a su pueblo.

Y otro de los graves errores fue generar una serie de misiones que inspirados en la asistencia social de los modelos de bienestar terminaron condenando a la población venezolana a una actitud de dependencia de los servicios del Estado.

Fue así que el sueño socialista se fue diluyendo. Todo está culminando en lo que Venezuela es hoy. Como militantes de izquierda nos ofendimos con la manipulación mediática e informativa que la derecha hizo durante cientos de años de años al “demonizar” cualquier forma de pensar diferente.

Como defensores de derechos humanos denunciamos la violencia, asesinatos y represión por parte de las fuerzas militares en Chile, Argentina, Colombia, entre otros.

Como demócratas nos opusimos al desequilibrio de poderes promovido por el cambio de constituciones al antojo de caudillos.

Todo esto está pasando hoy en Venezuela. Y no es posible hoy escudarse en el respeto del principio de autodeterminación de los pueblos cuando se convoca a una elección constituyente sin haber consultado al pueblo primero.

Y por si fuera poco la ilegalidad de la convocatoria a elecciones de Asamblea Nacional Constituyente, se comete un evidente fraude electoral al intentar mostrar la cifra irreal de 8 millones de votantes.

En las últimas elecciones presidenciales venezolanas de 2013 la oposición obtuvo 7.2 millones de votos, mientras en las parlamentarias de 2015 obtuvo 7.7 millones. Los 7.1 millones de votantes del plebiscito informal y popular impulsado por la oposición parecen más cercanas a la realidad electoral.

En las elecciones presidencias de 2013 el chavismo obtuvo 7.5 millones de votos, y en las parlamentarias de 2015 obtuvieron 5.6 millones. Sólo Tibisay Lucena, la cúpula chavista y unos pocos trasnochados de izquierda en Latinoamérica se creen la cifra de 8 millones de votantes después de años de desgaste de la revolución.

Durante toda la campaña el chavismo dijo que esta era una elección para la paz, el hecho de que el primer acto de la fraudulenta Asamblea Constituyente haya sido remover a la Fiscal Luisa Ortega demuestra que no es un instrumento de paz, sino un instrumento para retomar el control político de instituciones que ya no corresponden a orientaciones del Presidente o de su partido de gobierno.

Léase bien, el primer acto de una Asamblea llamada a “reformar la constitución” es remover a una funcionaria de su cargo. Eso no tiene sentido.

El desequilibrio de poderes es crítico en Venezuela en este momento, y sin organismos de control, completa o medianamente independientes, una democracia no puede llamarse democracia y empieza a llamarse dictadura.

Eso no generará paz. El mejor legado que Chávez hizo a Colombia fue enseñar a las FARC que lo que no pudieron con las armas lo buscaran con los votos.

Lastimosamente así no piensa Nicolás Maduro quien dijo que “lo que no se pudo con los votos los haríamos con las armas”. Un evidente retroceso de la izquierda, o más bien, lo que se llamó izquierda en América Latina.

Nota: Ojalá alguien cercano a Maduro o a Diosdado les recordara esta intervención en el que el llamado a la paz parecía más honesto que el que hacen hoy: https://www.youtube.com/watch?v=crUGARRSwG0

Juan David Gómez Martínez: Politólogo y escritor colombo-venezolano radicado en Toronto. Especialista en Gobierno, Gerencia y Asuntos Públicos de la Universidad Externado de Colombia, Defensor de Derechos Humanos y asesor legislativo del Senador colombiano Alexander López (Polo Democrático Alternativo). Exiliado político y Convention Refugee. Twitter: @JDGomezMar

 

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