15 de Febrero de 2012 a las 11:00
Recientemente fui a cenar y cuando llegué a la casa me di cuenta de algo terrible: ¡había dejado el celular en el restaurante! Llamé rápidamente a mi móvil (gracias a Dios me acordaba del número, el único que me sé de memoria!), pero no recibí respuesta. Me subí velozmente al auto para ir a rescatar mi preciado tesoro. ¡Los minutos de camino se me hicieron una eternidad! Solo pensar que podía perder mi teléfono, mis contactos, mis fotos… me causaba una ansiedad terrible. De momento, me detuve y pensé: ¿Cuál es el drama? ¿Acaso he perdido un brazo o una pierna? ¡¡Es tan solo un teléfono!!
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