El mundo se enfrenta a la “locura e inteligencia de Putin”, ¿el nuevo Hitler?
03 de Marzo de 2022 a las 13:07
Hasta los rusos están marchando contra el Gobierno de Vladímir Putin, un líder que ha demostrado que es irracional, miente en la cara de sus adversarios, que no le teme a sanciones económicas y que está dispuesto a todo con tal de avanzar en su plan de expansión, que ahora arrasa con Ucrania pero que puede llegar a cualquier parte del mundo, en ese intento para restablecer el viejo imperio soviético. El gobierno ruso justificó su guerra contra Ucrania por un supuesto genocidio contra los rusos en este país, algo inquietantemente muy parecido a la Gran Mentira de Hitler en 1938, para iniciar la invasión a Checoslovaquia, que dio pie a la guerra mundial.
EDITORIAL. – Nada detiene a Rusia en su afán por apoderarse de Ucrania, ni siquiera los mismos rusos que se oponen a la invasión y salen a marchar pese a la represión. Desde el 23 de febrero, cuando los tanques del Kremlin comenzaron a enfilar hacia el país vecino, numerosas naciones han impuesto sanciones económicas, ofrecido ayuda militar a Ucrania y condenado los ataques, pero el líder ruso sigue en su locura y amenaza ahora con ataques nucleares que desataría el exterminio de la humanidad, ojala solo sean amenazas.
Mientras gran parte de Europa, Estados Unidos, Canadá, buscan la menara de detener a Putin, sin que hasta ahora lo logren, miles de personas mueren en la masacre anunciada, sin que por ello exista una reacción mas contundente contra el país agresor, a aparte de las sanciones económicas y el apoyo que se les brinda a los ucranianos. La situación es tan desigual que la masacre ya tiene todos los ribetes de un genocidio, lo que ha generado el rechazo mundial contra el régimen de guerra impuesto por Putin, incluso dentro del mismo territorio ruso, donde más de 6.000 personas han sido arrestadas por salir a protestar contra su gobierno, algo que no se registraba en un país en guerra.
La invasión rusa de Ucrania asombró al mundo, y muchos analistas solo pueden calificar al líder ruso de “loco”, un autócrata irracional, pero inteligente porque está aprovechando la debilidad actual de Occidente para restablecer el viejo imperio soviético, sin impórtale cuantas vidas cobrara su loco intento.
Hay abundantes razones por las que el presidente ruso puede haber decidido que era el momento de atacar, y es que cree que puede ganar, pero la principal es que tiene contra la pared a sus adversarios que no reaccionaron a tiempo, pese a que todos sabían que la invasión avanzaba. Ahora asistimos al horror de la guerra, que deja sola a Ucrania en medio de la matanza, pero también a Rusia que le están creciendo los enemigos, aunque surjan pírricos apoyos como el de Venezuela, Cuba y Nicaragua salen a defender lo indefendible.
Putin justificó su guerra contra Ucrania con afirmaciones ridículas de que en las provincias orientales del país se está cometiendo un genocidio contra los rusos, algo inquietantemente parecido a la «Gran Mentira» de Hitler en 1938. Cuando este aseguró que la policía checa había matado a 300 alemanes en los Sudetes, Occidente le hizo un gesto de aprobación en la Conferencia de Múnich, y Hitler procedió a invadir y desmembrar Checoslovaquia. Lo que sucedió después es bien sabido. Como dijo Winston Churchill sobre el primer ministro británico Neville Chamberlain cuando este regresó de la conferencia: «Se le dio a elegir entre la guerra y el deshonor. Eligió el deshonor, tendrá la guerra».
Aunque dirigentes europeos como el presidente francés Emmanuel Macron dialogaron con Rusia y ofrecieron diversas formas de apaciguamiento, ahora sabemos que una solución diplomática nunca fue una posibilidad real, porque Putin les mintió a todos, incluso a China su gran aliado que ahora toma distancia.
El verdadero interés de Rusia es detener el avance de la democracia entre sus vecinos, porque pone en riesgo la dictadura de Putin, pero también es económico, por lo que posea Ucrania y que le vendrían bien a un régimen que anhela regresar al viejo imperio del modelo soviético que se pensaba era parte del pasado.
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