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EL DESPERTAR DE LOS TIGRES ASIATICOS - Una mirada desde Singapur

26 de Marzo de 2014 a las 16:41

Singapur

 

Por: Anabelle Chacón Castro

Llegar al otro lado del planeta, después de un extenuante viaje, es ver el mundo en forma diferente.  Lo primero que se me ocurre cuando visito otros países es tratar de aprender de ellos y tratar de aplicar a la realidad nuestra; y, cuando digo nuestra me refiero a la de nuestros países de origen, a nuestra querida Latinoamérica.

 

Singapur es una ciudad – país, como algunas pocas que existen en el mundo: Mónaco, El Vaticano, Liechtenstein, califican como tales. Y, quizás ahí radica su grandeza: en su pequeñez, porque siento que esto hace que sean como una esencia, totalmente concentrados, unidos, compactos en todo sentido.  Mi hijo, Ricardo que estudia aquí, así me lo asegura y lo ratifica mi otro hijo: Alberto, que también estudió aquí.  Puedo ver absorta desde el piso veintiuno, en donde vive, la inmensidad de la ciudad, la pulcritud del campus universitario.  Me sorprende mirar que en las terrazas de los edificios tienen césped, para optimizar los espacios verdes. Parece como si todo estuviese en su sitio y todo está extremadamente pulcro.

 

Pero me preguntó ¿cómo fue que ocurrió este milagro? si Singapur a inicios del siglo pasado era un puerto pobre de pescadores que dejaron su trabajo artesanal para convertirse en mano de obra de la naciente maquila y ahora en una potencia financiera.  Para tener una idea en cifras, basta ver que el promedio per cápita del mundo, según el Instituto Gallup, en el 2013 fue de 2,920 usd; mientras que Singapur tuvo en 1960 un ingreso per cápita de 428 usd y ahora es de 56,532 usd; y, en el 2050 será de 137,710 usd.  En Latinoamérica el país con mayor ingreso per cápita en el 2013 fue Colombia con 11, 284 usd, según el FMI y el con menor es Honduras con 821 usd.

 

La historia de este pequeño país, de 700 Km2, es relativamente moderna. En 1819 el británico Stamford Raffles lo fundó, durante la Segunda Guerra Mundial la isla cae bajo dominio del Imperio Japonés, luego se unió a la Federación de Malasia en 1963, de la que se separa el 9 de agosto de 1965, que es su día nacional.  Es a partir de esta fecha que inicia su transformación.  Su gobierno más se asemeja a una dictadura que ha una democracia ya que un solo partido se ha mantenido en el poder, pero esto parece no importarle a nadie por la bonanza económica que se vive.  Lee Kuan Yew, estuvo al frente del país entre 1959 y 1990 con el Partido de Acción Popular, el único que ha gobernado el Singapur; y, actualmente su hijo.

 

La Ciudad de los Leones, como se traduce, Singapur, tiene un plan de vivienda estatal que ofrece vivienda arrendada al 85% de los ciudadanos por cien años, a un costo mínimo.  Sus leyes son férreas, todavía se castiga faltas con latigazos y existe la pena de muerte.  La corrupción es castigada severamente.  Su sistema de justicia garantiza el bienestar ciudadano y la inversión extranjera, ya que se han radicado aquí grandes empresas petroleras que tienen sus refinerías en esta pequeña isla.  Establecer un negocio en Singapur no toma más de tres días.  Sus impuestos oscilan entre 0 y 20%, dependiendo del salario.  La educación es fundamental y los profesores ganan igual que cualquier científico.

 

Pero lo que es más visible, para los que hemos tenido el privilegio de visitar este pulgarcito, es su infraestructura y respeto a la naturaleza.  Su perfil arquitectónico es futurístico. Se pueden ver complejos de edificios unidos por una terraza donde está un parque con árboles y todo.  Los sitios verdes están en todo lado.  Le han ganado al mar terrenos que ahora son hasta cultivables; y, en uno de ellos hay un parque en el barrio de la Marina donde han hecho un parque con árboles gigantes artificiales, que pueden reemplazar entre 80 a 100 árboles reales y que son capaces de generar oxígeno, limpiar el aire de CO2 y generar humedad para atraer a la lluvia.  Tienen una planificación para, en menos de seis años, duplicar su sistema vial.

 

Cuando observo estas maravillas y pienso en nuestros países latinoamericanos donde todavía se carece de infraestructura básica y se pone peros a todo, diría lo que dijo mi hijo Ricardo: “se hunden en su ignorancia”, aunque yo añadiría “… y corrupción”.  Ojalá algún día nuestros países lleguen a este nivel y dejen sus gobernantes de inventar el agua tibia y copiar modelos efectivos; en lo bueno, por supuesto.

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