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EL PRIVILEGIO DE SER MADRE - Algo más que un factor biológico

08 de Mayo de 2014 a las 07:40

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Por: Anabelle Chacón Castro

Ser mujer es difícil, pero es bonito; pero ser madre, es un reto que hay que vivirlo a diario.  La parte más fácil de ser madre es la concepción y el nacimiento, pero lo más difícil es la crianza y luego el mantenerse a un lado, lo suficientemente lejos para no estorbar y lo suficientemente cerca para ayudar.  La tarea de ser madre no siempre es valorada en su plenitud, quizás se lo hace cuando se pierde a la madre o se la tiene a la distancia, cuando quisiéramos que esté a nuestro lado y nos dé una palabra de aliento que nadie más que ella sabe hacerlo.

 

Hay una canción que siempre me hace pensar en mi madre; es de Roberto Carlos y se llama “Lady Laura” y me llega mucho la parte que dice: “…y en la hora que estoy afligido volverte a oír. De pedir que me abraces y lleves de vuelta a casa, que me cuentes un cuento bonito y me hagas dormir… A pesar de la distancia y el tiempo no puedo olvidar, tantas cosas que a veces de ti necesito escuchar.” Cuando hablamos de los sentimientos que nos despierta nuestra madre, todos volvemos a sentirnos niños y queremos que nos consientan y nos protejan, por más adultos que seamos esta sensación está presente frente a la imagen materna, pero cuando somos madres, en cambio actuamos totalmente lo contrario, somos capaces de ser fuertes como rocas, de sacar fuerzas inimaginables para luchar por nuestros hijos, dejamos de ser hijas para ser madres. 

 

El ser madre implica muchas cosas a la vez, pero lo que prima es la renunciación a todo en pro del bienestar de nuestros retoños.  No se puede entender que existan madres que renuncien a sus hijos por un egoísmo y se antepongan a sí mismas antes que a ellos.  Parece duro decirlo, pero creo que una mujer que abandona a sus hijos, en cualquier aspecto, no vale nada porque el instinto materno es más fuerte que el de la vida, incluso en los animales, parecería que no existiese razón suficiente para que esto ocurra.  Recuerdo que hace un par de años salió una noticia sobrecogedora de una gata que fue encontrada con quemaduras de tercer grado, las almohadillas de sus patitas quemadas, ciega por el humo; porque entro todas las veces necesarias al edificio en llamas donde estaban sus cachorritos y nada la detuvo hasta que salvó a todas sus crías; fue una noticia impactante ver cómo el instinto materno se sobrepuso al de la vida.

 

Quizás año tras año celebramos el Día de la Madre con bombos y platillos, pero pocas veces lo hacemos durante el resto del año.  Hagamos de este día un punto de reflexión de lo que ella significa para nosotros y de lo que nosotros cómo madres significamos para nuestros hijos; las cosas materiales no significan nada frente a una palabra de reconocimiento, una flor esperada, un carta escrita; regalemos recuerdos, sentimientos, algo deseado, esperado o mejor aún, algo necesitado, que no sea de un día, sino de toda la vida.  Desde hace mucho tiempo que decidí dejar de regalar cosas materiales, ahora prefiero regalar recuerdos, no quiero tener que esperar ir a una tumba a decirle a mi madre cuanto la amo, sino que quiero hacerlo ahora, con una llamada, con una carta, con una fotografía; quiero hacerla feliz ahora que todavía puedo y, sobre todo, ahora que ella todavía puede y lo entiende; porque sé que lo necesita, aunque nunca lo pida; porque me pasa igual que a ella, ahora que soy madre y que también vivo la ausencia de mis hijos.  Feliz Día de las Madres, a todas las que aman a sus hijos sin esperar nada a cambio.

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